sábado, junio 18, 2005

Los pollos asados y Ramón García

Últimamente, y no sé si es por el calor, la parrilla televisiva se me está haciendo soporífera; hay días que me siento un pollo asado dando vueltas, consumiéndome en mi propio jugo, doradito al gusto de Ramón García. Porque el verano ya llegó, y llegó por cosas como El gran prix del verano (valga la redundancia): esa patata caliente, esa vaquilla, esa televisión de calidad. Llegó el verano con Ramón García, un hombre que ha pasado de apostar con la Obregón a pregonero mayor de España: nos anuncia el año nuevo con una copita de cava y una capa castellana, nos presenta el verano desde una plaza de toros de cartón piedra y dos pueblos que se matan entre vaquillas anoréxicas…

Y entre Calaspina de Rivagorda, y Bajavega del Río, unos vestidos de amarillo y otros de azul, yo me consumo en mi propio sudor de espectador. Ese duelo de anuncio de Fairy entre los de Villarriba y Villabajo, presagia galas de verano presentadas por Juncal Rivero, playbacks insufribles de los viejos triunfitos, largas etapas de ciclismo comentadas por Perico Delgado, y un sinfín de pollos asados catódicos que hacen de Benidorm un lugar menos casposo que la programación televisiva de verano.

Sólo me queda dar vueltas, dorarme al punto de Ramón García, y esperar que no se cuele entre los capítulos de Perdidos un especial presentado por Juan Imedio, o peor, a Carmen Sevilla presentado un taquillazo de los cincuenta.



Ramón, moreno de playa, con cubata en la mano.

Porque ya lo dice Ramón: "El verano ya llegó"