jueves, febrero 17, 2005

Arguiñano y ser europeos

Confieso. Tengo que admitir que almuerzo a la una de la tarde. Que soy de esos que empiezan a prepararse la comida antes de la una. Podrían calificarme de europeo, ahora que está en el candelero, o en el candelabro (tanto monta…), la constitución europea, pero aunque pertenezcamos a esta institución llamada Unión Europea, hay cosas que siempre serán muy nuestras. Una de ellas, comer a las tantas de la tarde, no la cumplo. Y es que como dice un amigo soy “menos español por comer a la una”. Y tiene toda la razón del mundo.

Dejando a un lado cuestiones de identidad nacional, comer a la una me produce muchos más problemas que parecerme más o menos a un inglés. Lo complicado es simultanear la comida de la una, con el programa de Arguiñano.

voy a contar un chiste

Sí. Confieso también. Mientras almuerzo veo el programa del rey de los fogones televisivos. Pero lo veo por vicio, porque nunca preparo algo de lo que Karlos hace en su vitrocerámica Fagor. Y ver al señor Arguiñano mientras uno come es complicado. Me explico. Como normalmente me ocurre, acabo de comer antes de que el amigo Karlos acabe su receta. Esto, que parece algo sin importancia, es lo peor que me puede pasar, porque esos minutos en los que mi plato queda vacío y Arguiñano llena el suyo, provoca que mi estomago se vacile de lo que he comido (aunque sean dos kilos de chuletas) y, viendo lo apetecible de la receta del día del vasco, comience a regurgitar y a pedir más. A partir de aquí hay dos posibilidades. Una es que este toda la tarde muriéndome de hambre porque lo que he comido apenas ha hecho efecto. Y la segunda, es que haga dos comidas más, incluso tres o cuatro, con los consiguientes resultados de tamaña dieta.

Por eso recomiendo comer como cualquier español, que hay una razón más profunda para que el señor Arguiñano prepare sus recetas a eso de la una y cuarto, y diga sólo aceite de oliva virgen extra cuando todos vemos que es aceite de oliva virgen extra Hojiblanca.

 Esta bien. Es Hojiblanca