domingo, febrero 13, 2005

Estas cosas las carga el diablo

Menuda nochecita. Casi se me atraganta una borrasca mal puesta, porque esto de que me cambien a Minerva Piquero de su púlpito meteorológico a un programa de humor que no deja de ser un popurrí entre Noche de fiesta, los sketches de Fofó y Miliki, y los chistes de No te rías que es peor…, es duro, tanto que la cena opípara del sábado noche se quedo en nada. La señorita Piquero ha cambiado los soles y los anticiclones por el humor de altura que suele hacer la pública. Ese humor de altura que lleva treinta años contando los mismos chistes, invitando a los mismos humoristas y contratando a las mismas señoras gritonas de público, que no hacen otra cosa más que reírse de forma estridente; las mismas señoras que se ríen con Los Morancos, las mismas que se ríen en Cruz y Raya.

esto es uno de lepe...

Pero Piquero aguantó el tipo, que para algo fue la meteoróloga más guapa de su quinta, aunque no fue difícil con compañeros de la talla de Maldonado y Montesdeoca (el dúo más longevo de la pública, casi pareja de hecho). El que no aguantó el tipo fui yo, que me cansé de tanta chorrada y tanta señora risueña. Porque estas cosas, como dijo Minerva a eso de la una menos diez, las carga el diablo. Y como a estas cosas las carga el diablo, puse Antena 3, que a esas mismas horas pasa del humor y programa verdades al estilo Senovilla. Y se ve que tanto carga el diablo estas cosas que prendió por alguna parte. Las ondas catódicas terminaron por quemar un señor edificio de Madrid. Desde Salsa Rosa, Lydia Lozano hacía de periodista de investigación y Santiago Acosta, entre llama y llama, recordaba a todos los politonos de moda. Sábado, el programa de la nueva Piquero, dejó paso a la gran hoguera; el polígrafo de Senovilla aguantó más; y Antena 3 no conectó hasta las tres de la mañana con el Edificio Windsor, eso sí, con una Lourdes Maldonado un poco somnolienta. A esas mismas horas, ya no había rastro de la cena opípara que había programada para esa noche, un viejo amigo cumplía años, y varias carcajadas extraviadas del programa de la Piquero me jodieron el sueño. El coloso seguía ardiendo.